¿Una nueva oportunidad para lograr una ley del retrofit justa?
La práctica de retrofit tiene más sentido hoy en día. Desde la conversión a GLP, con la que se logra una drástica reducción de emisiones, hasta la transformación de motores térmicos, una línea en la que se está avanzando a pasos agigantados.
En el mes de mayo, se frenó en el Congreso de los Diputados una propuesta impulsada por el Partido Popular para promulgar una Ley de Retrofit, en aras de avanzar hacia una transición energética más sostenible y asequible, aprovechando también una gran inyección de fondos europeos. Una propuesta que, pese a su rechazo, se torna como necesaria, no solo para el sector del transporte y la movilidad, sino también para el conjunto de la sociedad.
El sector de la automoción, que representa en torno al 7,7% del total del PIB español, vive un momento crítico de incertidumbre más acusado que otros sectores. La inseguridad sobre cuál será la dirección que tomarán los distintos países europeos en materia de movilidad y, sobre todo, cómo se aplicará en nuestro país, está llevando a numerosas compañías del sector a barajar diversos escenarios sin tener claro cuál se desarrollará.
TECNOLOGÍAS AL ALCANCE
Sin embargo, tenemos a nuestro alcance las tecnologías que podrían ayudar en esta transición energética de forma más progresiva y efectiva, en lugar de seguir esperando a desarrollar la electrificación de vehículos como única alternativa de movilidad sostenible.
En primer lugar, porque apostar todo a una sola carta se aleja frontalmente del objetivo de contar con diversas opciones en la descarbonización del transporte. Y, además, porque la movilidad sostenible, segura y asequible no pasa únicamente por el vehículo eléctrico.
Por ello, la ley del retrofit no sólo debería reconsiderarse como una de las grandes prioridades de cara a la nueva legislatura, sino que debería reformularse para abarcar todas las posibilidades de las que disponemos hoy en día para lograr una transición práctica y real hacia la movilidad sostenible.
Países como Francia han lanzado un nuevo programa de ayuda al “Ecosistema de vehículos pesados eléctricos”, es decir, no solo a la compra del vehículo, sino a la infraestructura de recarga. Asimismo, ha puesto en marcha el programa “Décarbonation des transports “lancement d'un plan d'action national en faveur du rétrofit (Abril 2023)”.
De estas acciones se desprenden tres puntos de acción principales:
• El Gobierno francés está estudiando medidas para concretar y simplificar los procesos de retrofit, introduciendo flexibilidades técnicas y administrativas adicionales.
• Asimismo, apoyará la definición de un marco europeo para el retrofit que permita armonizar los distintos marcos nacionales y crear un auténtico mercado europeo.
• Impulsará el proceso de diseño y homologación de prototipos en el marco de inversiones en investigación y desarrollo industrial.
MÁS ALLÁ DE LOS ELÉCTRICOS
Una de las concepciones erróneas que imperan actualmente es que el retrofit es una actividad que está enfocada, únicamente, al sector del vehículo eléctrico. Sin embargo, su practicidad podría ser muy superior si abriéramos el abanico hacia otras tecnologías de movilidad.
De hecho, se ha aceptado socialmente la definición de “retrofit” como el proceso de conversión de un vehículo de combustión a uno eléctrico o híbrido, pero, ¿por qué se excluye al resto de tecnologías que derivan en una movilidad más verde o que logra emisiones neutras?
La práctica de retrofit tiene más sentido, hoy en día, incluyendo tecnologías de transformación más amplias y diversas. Desde la conversión a GLP, con la que se logra una drástica reducción de emisiones contaminantes, hasta la transformación de motores térmicos con emisiones de CO2 neutras, una línea en la que se está avanzando a pasos agigantados.
UNA VISITA AL DICCIONARIO
En general la palabra “retrofit”, viene del inglés y significa literalmente, reacondicionamiento, mejora, readaptación, rediseño, etc. Cuando hablamos de retrofit en el sector de la automoción nos referimos, en general, a las modificaciones que se realizan en un vehículo nuevo o usado para ofrecer al mercado una “aplicación” que, o bien no existe de “fábrica”, o bien complementa de una manera competitiva una oferta ya existente en el mercado.
La transformación de vehículos en España es casi tan antigua como nuestra industria nacional de la automoción. En este sentido, cabe recordar que D. Eduardo Barreiros, antes de ser fabricante, fue transformador de motores y de vehículos, cuando en aquel taller familiar se atrevió, con un esfuerzo enorme, a cambiar el parque de vehículos de motores de gasolina a motores diésel. Por no hablar, por ejemplo, del famoso “Seat 1200 Bocanegra” y otros muchos modelos de esta marca, que se transformaron por carroceros de la época.
Hoy en día, existen en España vehículos que han sido adaptados o transformados por talleres o centros especialistas que suponen incluso para las marcas “premium” centros de refurbishing de primera categoría. Muchos de los vehículos que se ven en las carreteras han sido transformados en origen por empresas especialistas, ya que un transformador puede tener la flexibilidad de “hacer trajes a medida” en pequeñas series sin romper las grandes cadenas de fabricación, ofreciendo tecnología “punta” y todo tipo de garantía de calidad supervisada también por el fabricante base.
La actividad de la transformación de vehículos debe de ser complementaria a la fabricación, y para ello es necesario adaptar la legislación con un gran consenso nacional entre las partes implicadas.
2035, UNA FECHA MARCADA
Por otro lado, no hay que olvidar el escenario de 2035, fecha que se ha marcado la Unión Europea para el fin de los vehículos con motor de combustión.
En la UE hay 250 millones de vehículos con una media de antigüedad de 12 años. Cada año llegan 10 millones de coches nuevos a los que se suman dos millones más procedentes del mercado de vehículos de ocasión.
En 2050, ninguno de estos coches podrá circular por sus carreteras, y en 2035 ya no se podrán vender. Según la consultora EY, con estimaciones optimistas, en 2035 habrá 130 millones de eléctricos en Europa. ¿Se pueden sustituir todos los demás en 12 años? Puede que sí, pero soluciones como el retrofit buscarán facilitarlo.
Ahora bien, ¿y si consiguiéramos un motor ‘cero emisiones’, cuyo balance total sea neutro en lo que a emisiones de dióxido de carbono se refiere? Teniendo en cuenta que, doce años antes de esta fecha, la gran mayoría de turismos y vehículos que circulan por nuestras carreteras son de gasolina y diésel, se plantea como una alternativa a tener en cuenta, cuanto menos.
IMPULSO INSTITUCIONAL
La importancia de impulsar una ley de retrofit adecuada y que se ajuste a las necesidades actuales y a la situación real del sector de la movilidad en nuestro país no es un simple capricho. Es la única manera de lograr que el acceso a las tecnologías de movilidad sostenible sea democrático e igualitario para todos.
Vamos a poner un ejemplo muy claro. En Alemania, el sector de los vehículos pesados puede acceder a subvenciones de hasta el 80% del diferencial por la compra de vehículos de pila de combustible de hidrógeno con respecto a la compra de un camión convencional que no incluya una tecnología de reducción de emisiones.
Las tecnologías de movilidad bi-fuel y dual fuel ya están consolidadas y maduras. Es decir, más del 90% de vehículos que se mueven con gasolina y diésel actualmente podrían estar reduciendo sus emisiones de CO2, partículas contaminantes y ruidos de forma inmediata gracias a la conversión a tecnologías de movilidad de transición hacia la sostenibilidad.
Por tanto, de la misma forma que se plantean ayudas económicas por la adquisición de vehículos eléctricos debido a que la electrificación de vehículos es, sin duda, una de las tecnologías de movilidad sostenible del futuro, cuando sea accesible de forma masiva, deberían plantearse ayudas económicas inmediatas para tangibilizar dicha transición.
La tecnología está consolidada, los resultados están probados. Falta la definición de un marco normativo que ejemplifique que la voluntad por conseguir un entorno más sostenible es mucho más que un discurso y se traduce en acciones concretas. Falta, por tanto, el impulso de una ley de retrofit consensuada con los profesionales especializados y que repercuta en un claro beneficio para la sociedad.
¿Será la nueva legislatura el escenario ideal para ello? Sin duda, es una oportunidad perfecta para poner en marcha medidas reales con las que empecemos a notar los cambios medioambientales que profesamos.
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