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Perito de vehículos, profesión de alto riesgo

Perito de vehículos, profesión de alto riesgo
Perito de vehículos, profesión de alto riesgo
Joaquín Gómez

29 de abril 2012 - 10:10

En mis comienzos en el taller siempre admiré y a la vez envidié la profesión de perito. Ese señor que llegaba al taller con un cochazo, siempre con su traje sin una arruga y los zapatos relucientes. Con esa guisa tenían un arte especial para salir intactos del taller, sin una sola mancha y sin despeinarse. Verdaderamente yo pensaba que todo eso iría con el título.

Pero no viéndome yo con ese aspecto, y con sobredosis de taller en vena, escogí el camino de la reparación. El traje en la percha cogiendo polvo, un monovolumen lleno de trastos de mis hijas, calzado de seguridad e imposible despeinarme debido a mi escaso pelo. Estaba claro que yo no encajaría en esa profesión, aunque me costó admitirlo.

Como no iba a ser menos, esta tan noble profesión de perito ha cambiado mucho. La crisis ha hecho mella en su actividad y, al igual que nosotros los talleres, han visto disminuir su trabajo considerablemente. Aunque ellos tienen sus peculiaridades, al igual que nosotros las nuestras, que hacen que su trabajo en ocasiones sea realmente difícil e incluso ponga en la balanza su profesionalidad. Todo esto lo cuento desde un punto de vista exterior, mirando detenidamente desde arriba, como un observador, que os traslada lo que percibe sin haber estado dentro, lo que veo y percibo de sus acciones y sobre todo de su trabajo.

Os puedo garantizar que cada peritación les supone como poco el 30% más de esfuerzo y tiempo que antes. Montón de fotos que menos mal que no tiene que revelar (de lo contrario se arruinarían), visitas y más visitas, verificaciones, comprobaciones, informes y un sinfín de acciones que imagino habrán penalizado su rentabilidad.

Deduzco que será como todo, sus superiores o sus clientes les demandan esos servicios, al igual que a nosotros nuestros clientes nos exigen otros. Pero en ocasiones palpo una presión desmesurada que puede hacer que algunos de ellos pierdan la atención intentando cumplir con los objetivos marcados por otros.Como en todas las profesiones y en esta no es menos existen todo tipo de personajes, buenos y malos. Siempre está el que se pasa dos pueblos. Llega al taller con los nervios a flor de piel, su movimiento es contagioso, no consigo centrar su mirada, ¡vamos, rápido, rápido!, tranquilo tómate un café, “no, que tengo prisa”. Conforme nos acercamos al vehículo, le cambia la cara, “este me fastidia la media del mes”, mira y remira, fotos por todo el coche, interiores, planos, chasis grabado, etc. Consulta sus papeles, se pone de cuclillas, “estos daños no son, ni esto, ni esto e imposible que el que le ha pegado le haya hecho el resto “. Yo, de momento, no he dicho ni palabra. Busca grados de oxidación, alturas, distancias, colores y sin decirle nada va abandonando la idea de la conspiración y el fraude y comenta: “bueno puede ser que esto sí sea”. Entonces con la boca seca de no haber separado los labios, le digo,“¿comenzamos a peritar?”. Bueno parece que esto se mueve. Se le ve pensativo negando la realidad y visualizando en su mente la manera de localizar los varios trozos de paragolpes que hagan posible su reparación. Vuelve a poner los pies en el suelo, “esto hay que cambiarlo”, y yo por dentro sin hablar “eso pensaba yo”. Espero con interés su siguiente frase, “desmonta y me lla….”, veo como se va alejando como un rayo sin apenas escuchar lo que dice, entonces grito (estoy en mi casa, casi se me había olvidado), “por favor espera, toma mi presupuesto para que puedas apreciar mi criterio, he aplicado el baremo que tu utilizas y el mismo sistema; si consideras que existe algún error, ruego lo comentemos. ¿Necesitas albaranes, fotos del proceso, fotos de las piezas, te grabo un video o quieres las pegatinas de la marca?”. Creo que he conseguido llamar su atención, se para, me mira y sonríe, “perfecto avísame cuando esté en reparación, hasta luego”. Me despido dándole un trapo para limpiar sus zapatos y unas palmaditas en su espalda para limpiarle el polvo de la chaqueta. Al final he conseguido encontrar al verdadero perito.

Esta escena se repite con alguna frecuencia, pero a pesar de sus presiones , la lucha por su profesionalidad suele vencer en la gran mayoría de los casos. Pero veo con preocupación a muchos de ellos, gente con la que hablo todos los días, bromeo y comento cosas cotidianas, personas a las que aprecio. Creo verdaderamente que se ha convertido en una profesión de alto riesgo que ha hecho que me olvidara de mi sueño.

La vida no es tan complicada, los que la complicamos somos nosotros. Y a ti, ¿alguna vez te has visto en esta situación?

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