Adelgacemos con dignidad
La recesión económica lo inunda todo y a todos nos embarga la sensación de que nos hemos ido de fiesta demasiado tiempo, de que debemos mucho dinero a nuestros ”amigos”. Un anticipo que hay que devolver. Pero la sensación más desagradable es la incapacidad de eliminar el maldito dolor de cabeza de la resaca. Ojalá que la situación económica actual se pareciera a una simple resaca, pero lo cierto es que las recetas del “gran ajuste” no hacen más que situarnos en ese futuro al que no queremos mirar. Un no futuro lleno de miedo y de desigualdades sociales. Un desértico lugar donde la prensa pasa de puntillas por temas tan alarmantes como que la distancia entre ricos y pobres es mayor que hace 20 años. Los ricos son aun más ricos, los pobres más y más pobres. Un país donde uno de cada cinco españoles viven por debajo del umbral de la pobreza. Nos acercamos peligrosamente a escenas propias de la postguerra española de los años 40 y 50. Todo como consecuencia de que el sistema capitalista se colapsa y colapsa todo a su alrededor.
Hasta ahora la receta regeneradora del sistema era la guerra: destruíamos los bienes, las fábricas, la población. Y volvíamos a empezar. Un nuevo mercado en el que no había bienes, regresar a construir casas, acondicionarlas y comenzar una vez la rueda del capital. El consumo.
Hoy vivimos en una guerra “económica”, en una Europa con su tejido productivo desmantelado. ¿Dónde están las fabricas? Están con nuestras divisas en países emergentes. Hemos vivido en un “estado del bienestar “, en un sueño maravilloso atado al consumo continuo de bienes y servicios que se desvanece y no regresará. Este cambio económico está modificando el mercado, con recesión y bajada del consumo interno que produce un menor ingreso por ventas y una drástica disminución de márgenes.
Este empobrecimiento acelerado, la contracción del mercado, está repercutiendo de forma directa en las empresas y principalmente en las de servicios. Para sobrevivir a este apocalipsis económico, a este viaje al tercer mundo al que irreversiblemente viaja España, muchas empresas realizan ejercicios propios de economías domésticas. La gran mayoría, muchas en nuestro sector, están entrando en un proceso curioso: la anorexia corporativa. Esto define a las organizaciones que buscan de forma continua reducir los costes y el número de trabajadores, sin preocuparse de redefinir funciones, procesos o mantener su valor, su nivel de servicio. Todo con el único objetivo de disminuir costes para mantener beneficios o poder seguir compitiendo. Evidentemente, la misión de los gerentes de negocio es mantener saneada, en flotación, a la empresa. Aunque un cálculo erróneo en este proceso reduce la capacidad de mejora. Nos situamos en el cabotaje, a la capea o en cualquier otro termino marinero que defina un barco mecido por las olas que espera que pase la tempestad.
El camino que trazan en estos tiempos muchas empresas requiere pasar inevitablemente por un anglicismo: el "downsizing", que es no sea otra cosa que adelgazar la empresa. Hay que reorganizar o reestructurar las empresas reflexionando sobre las mejoras de los procesos para mantener la competitividad y entrar en un proceso de repensar la organización para adaptarla a la nueva realidad. Este camino se va a convertir en esencial: vamos a pasar de ganar dinero con facilidad a ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente. Tendremos que oír al mercado y al cliente para no estar fuera de juego .Debemos de reorganizar nuestras empresas para un tiempo nuevo. Jugar con las nuevas reglas de juego: más operaciones con menor margen de beneficio con organizaciones, con menos personal para mantenerse a flote y sobrevivir a estos tiempos de cambio... ¿Estamos preparados para vivir con menos?
Archivado en
No hay comentarios