Muchos retos para tan poca motivación
Sergi Guardeño reflexiona sobre la cantera, el sentido de pertenencia, la retención del talento o el margen para un empresario del taller cada vez más desencantado.
Me gustaría notar lo contrario, pero no es así.
Tenemos la suerte, al estar en contacto con talleres de diferentes comunidades autónomas, tipologías, especialidades y tamaños, de poder tomar temperatura de la situación del taller medio español.
Sabedores de no tener la verdad absoluta, sí pensamos que estamos viviendo una situación generalizada, que ni es agradable ni me deja tranquilo. Evidentemente, tratamos de sondear las impresiones entre otros profesionales del sector, encontrando la misma opinión en compañeros que se dedican a la formación o consultoría, pero lo que más me confirma esta idea es que el comercial de la distribución coincide y ellos, sin duda, son un buen termómetro del sector.
El propietario del taller no está precisamente enchufado. No tengo la percepción de tenerlo en el estado de forma óptimo o no al menos como para enfrentarse a las exigencias actuales y futuras.
Recientemente he hablado con algunos profesionales que han abandonado el sector. En mi opinión, grandes profesionales, que han tenido taller propio algunos y han decidido parar el mundo y bajarse. "Es imposible encontrar gente, me ahogan los impuestos o todo eran problemas", son los argumentos más repetidos. Así que tenemos una cierta fuga de cerebros en este sector, es indiscutible. "Estoy pintando trenes, me he ido de mantenimiento a reparar los vehículos de la Brigada de mi ciudad”. No quieren saber nada de lo que un día fue su vocación.
A estas bajas, le sumamos la gran cantidad de negocios en manos de alguien que ve la jubilación a la vuelta de la esquina y lo rematamos con talleres en los que hace un tiempo teníamos a 6/7 personas trabajando y ahora quedan 3.
Me temo que tenemos el equipo justo para salir al campo, pero no tenemos banquillo para jugar los 90 minutos con garantías.
Los que quedan, más preocupados de la supervivencia y la gestión del día a día que les come, que de mirar hacia delante. Incluso en muchos de estos escucho el discurso de, “yo no quiero crecer”, que es insostenible. ¡Cómo mínimo es curioso que el empresario de este sector tenga miedo al éxito!
¿Es momento de pedir o de ayudar?
Necesitamos ya generar de algún modo cantera, sentido de pertenencia a un sector importante, retención del talento, margen para el empresario, apoyo en la inversión y atractivo para el cliente, sin duda.
¿Es momento de criticarnos en redes sociales? ¿Nos merecemos hacernos esto entre nosotros? ¿Todos malos y yo el mejor? ¿Ese discurso es saludable?
¿No podemos subir el nivel de quien acompaña al taller con una oferta de soporte y crecimiento? Duele tanto cuando me dice un distribuidor “el taller pasa de todo, no agradece nada”. ¿Qué cuernos le das para que lo haga? ¿Lo mismo que todos?
Vivimos muchos de este sector, si estás leyendo estas lineas, o eres taller, o le vendes al taller. Todos nosotros necesitamos que nos centremos en dar servicio a nuestros clientes finales y usuarios de un vehículo, necesitamos que apetezca tener taller y que ese dueño y ese equipo de taller sean profesionales. Eso dignifica el sector y facilita el trato entre profesionales, ¿cierto?
Sin embargo, agobio, desencanto, preocupación y desenamoramiento son conceptos que cada vez están más en boca del taller.
Nos hemos preocupado tanto del dinero que hemos dejado de ganar, que hemos perdido de vista al taller en el que la calidad de vida laboral está bajo mínimos.
¿Qué se está haciendo al respecto?
¿Soy yo únicamente el que pide que hablemos todos mucho más de esto?
Muchas preguntas formuladas en unas líneas, ¿tenemos respuesta para ellas?
Es responsabilidad de todos hacer de este un sector en el que querer que nuestros hijos trabajen. Me temo que eso no se está cuidando.