Formación, divino tesoro para el taller
¿Os imagináis a un grupo formado por más de una decena de talleres levantándose a la 1 de la mañana y que se mete más de mil kilómetros (700 en AVE, sin contar la vuelta) para asistir a un curso de formación? Yo sí, al ser testigo de ello por pura casualidad. Su admirable ejemplo me elevó la moral, algo resentida por el madrugón, en uno de mis más recientes viajes a Barcelona. Iba en el mismo tren que estos profesionales, que habían salido de Cáceres a hora tan intempestiva y que, tras cuatro horas de autocar, cogieron en Madrid el mismo AVE que yo, destino a Figueres (Girona).
Los protagonistas de esta historia, talleres clientes de la firma extremeña AD Grupo Felipe Pariente, asociado de AD Parts, acudían a la remozada y ampliada sede de Grupo Eina Digital, la empresa que ejecuta en su mayoría las acciones formativas del grupo de recambistas. Y de “jefe” de la expedición, el propio Felipe Pariente, al pie del cañón y atento a cualquier detalle. Aprovechamos para recordar cuando nos conocimos, en el circuito alemán de Hockenheim, viendo un Gran Premio de Fórmula 1, hace unos 20 años. Invitados por Motul, además.
Para más casualidad, mi desplazamiento a la capital catalana fue motivado en parte para cubrir la noticia de otra iniciativa de formación para talleres, pilotada esta vez por el fabricante Contitech, perteneciente al Grupo Continental.
La coincidencia me sirvió para reafirmarme en que, en tiempos difíciles, es cuando más reconocimiento merecen todas estas actuaciones. Reconocimiento para el que las promueve, sean fabricantes, distribuidores, redes, etc., y más aún para quien hace el esfuerzo por aprovecharlas.
Dejar el taller en horario laboral para asistir a alguno de estos cursos revela una apuesta firme por la mejora del negocio. El valor del conocimiento aprendido por un operario en estas acciones garantiza un retorno seguro a la inversión en formación realizada por los empresarios del taller.
Desde que empezó la crisis, los estudios revelan que el índice de asistencia a cursos presenciales de formación entre los talleres ha sufrido un inquietante retroceso. La tecnología del automóvil, la evolución del mercado que se encarga de su mantenimiento y reparación y las exigencias de los clientes requieren, más que nunca, técnicos de máxima cualificación. A la que sólo se accede con formación e implicación; la experiencia ayuda, pero no basta.
Sólo resistirán primero, y triunfarán después, los talleres más preparados y más receptivos a la formación continua, tanto técnica como de gestión. Y quien no lo entienda así, que siga durmiendo plácidamente.
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