Bendita formación
Encontrar algún taller que no haya realizado ninguna iniciativa de formación resulta cada vez más complicado. Un hecho que deriva de una exigencia cada vez más incuestionable: quien no se forma, se queda con todas las papeletas para ser excluido del mercado. Toca hincar los codos.
La realización de cursos de reciclaje para talleres de automoción forma parte de la rutina periódica de muchas empresas de reparación. Mantenerse al día en la tecnología, reconocer los avances en los procesos y sistemas empleados en los diferentes tipos de intervención en el vehículo, familiarizarse con nuevos productos o adecuarse a las técnicas más innovadoras de gestión empresarial requieren un preceptivo y obligado paso por las aulas.
El sector reparador lo asume ya con convencimiento. El recelo hacia la formación tiende a exterminarse; una tendencia que se extiende a todos los talleres, sin importar tanto su perfil o su trayectoria. Aunque todavía hay diferencias significativas. Los datos refuerzan la impresión de que, en materia de formación, las redes oficiales de las marcas siguen en clara ventaja respecto a sus competidores multimarca. Imposición del constructor o no, se trata de un estándar de obligado cumplimiento, una norma de seguimiento inexcusable marcada por el fabricante como requisito para formar (o continuar siendo) parte de su red.
Esa preponderancia formativa de los talleres marquistas se va estrechando en relación al colectivo multimarca con paso firme y continuo. El esfuerzo de las cadenas promotoras de redes de talleres multimarca ha menguado la diferencia, aunque los datos también en este caso son muy reveladores. Siete de cada diez talleres multimarca pertenecientes a una red cumplimentaron alguna acción formativa, mientras que el porcentaje entre sus colegas ajenos a las redes se reduce al 45%.
La conclusión más positiva para el sector es la percepción generalizada del valor creciente de la formación como elemento indispensable en el desarrollo del negocio reparador. La diversidad de cursos, ya no sólo centrados en la parcela técnica, sino en cuestiones imprescindibles para el crecimiento empresarial de los talleres, ayuda a fomentar esa visión amable de la actividad formativa.
En el lado negativo, el porcentaje de talleres que no realiza formación alguna es aún suficientemente indicativo de que queda mucho camino por recorrer, que todo esfuerzo parece poco y que la distancia en términos de capacitación tecnológica entre quienes aprecian la utilidad del reciclaje profesional y quienes huyen de toda iniciativa formativa propiciará una franja cada vez más ancha y profunda.